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“LA INTELIGENCIA EMOCIONAL” EL SECRETO DE LOS GRANDES LÍDERES

Al contrario de lo que muchos piensan, las investigaciones neurocientíficas han demostrado que la inteligencia cognitiva, el llamado IQ, solo representa el 20% del éxito de las personas, mientras que el 80% restante proviene, en gran parte, de la inteligencia emocional que los individuos hayan conseguido desarrollar, entendida como  “la habilidad de gestionar las emociones de modo que sean expresadas de forma adecuada y efectiva, permitiendo a las personas trabajar de manera coordinada en torno a los objetivos comunes”, según Daniel Goleman, padre del concepto.

Es aquí donde entra en juego  la inteligencia emocional, como una técnica para impulsar el EQ, reportando los siguientes beneficios recogidos por Goleman en su libro Emotional Intelligence:

A través de la  inteligencia emocional , los trabajadores y directivos pueden reconocer cuáles son los sentimientos que les asaltan en cada momento.

Autocontrol. Al identificar las emociones que viven, las personas pueden manejarlas para que se exterioricen de una forma adecuada.

Automotivación. Dado que cada sentimiento genera una conducta distinta, el hecho de poder controlarlas contribuye a que los individuos puedan redirigir su comportamiento y buscar emociones positivas que les motiven.

Sociabilidad. La consecuencia de dominar las propias emociones y entender a las otras personas provocan que las relaciones sociales sean más sólidas, estrechas y asertivas.

El efecto contagioso de las emociones

Pero el impacto de contar con una alta inteligencia emocional es mucho mayor si tenemos en cuenta el efecto contagioso de los estados de ánimo que se genera como respuesta de las llamadas neuronas espejo.

En este sentido, Bob Chapman y Raj Sidodia, en su libro Everybody Matters, destacan la importancia de este efecto Pigmalión dentro de las empresas conscientes. “Las personas son inductores de comportamientos en movimiento”, describe Sigal G. Barsade, una relación causa-efecto que se da en lo positivo y en lo negativo.

Por ello, los líderes conscientes deben aprender a controlar sus emociones, de modo que puedan convertirse en fuentes de inspiración del resto de los trabajadores. Un directivo que se muestra optimista, proactivo y dinámico contagiará esta actitud a su equipo, mientras que otro apático o hermético propiciará esta conducta entre sus colaboradores.

“Debemos cultivar de forma consciente las emociones que mejoran la vida (amor, generosidad, gratitud, compasión…) y aprender a neutralizar las que no aportan nada positivo (odio, envidia, amargura, ira…) en cuanto las percibamos”, este logro se define como la esencia de la inteligencia emocional.

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